domingo, 13 de noviembre de 2011

Autobiografía*


Leticia García Argüelles



En diversas tradiciones literarias ha estado presente la autobiografía, cuya función y forma oscila entre la historia de vida y la literatura. Antes de empezar, conviene esclarecer esta ambigüedad y dilucidar sus múltiples definiciones y usos primero dentro del ámbito literario. Al respecto, George May en su libro La autobiografía,[1] la define como una biografía escrita por su protagonista, es decir, cada vez que el escritor desempeña una función como narrador y partícipe en la historia, se está ante una autobiografía, mientras que si no se establece una relación intrínseca entre el sujeto que narra y el relato, es porque se trata de una biografía. Además de las características anteriores, la autobiografía es muy maleable y versátil por lo que se vale de diferentes estilos narrativos, de ahí que haya algunas que incorporan otras modalidades ligadas a la narración de vida, como cartas, crónicas y diarios. De los aspectos mencionados resaltan dos características básicas: la narración de la propia vida por el sujeto que la escribe y su diversidad formal.

Los antecedentes de la autobiografía, extendida en Europa durante el siglo XIX, fueron las memorias, las crónicas, las epístolas y las biografías, pero a fines del siglo XIX y principios del XX, adquiere una mayor autonomía frente a ellas sobre todo respecto de las memorias, las cuales gozaban de un mayor reconocimiento. La autobiografía privilegia no tanto los hechos narrados como al sujeto que los narra, incluye otros géneros en sus propuestas formales y atiende asuntos históricos para elaborar una definición, misma que se reformula en cada época:

George Misch dedicó toda su vida a escribir una monumental Historia de la autobiografía: dos grandes volúmenes tan sólo sobre la Antigüedad y cuatro para atravesar la Edad Media hasta los tiempos modernos [...] Parece por tanto que, según la idea que nos hagamos de la autobiografía, somos libres de situar su origen: en el siglo IV
con San Agustín, en el XII con Abelardo, en el XIV con el emperador Carlos IV, en el XII con Buyan o en el XVIII con Rousseau. [2]

Escrita hacia 1760, la extensa obra de Rousseau se considera un claro ejemplo del género que presenta la confesión y la enseñanza, así como el pensamiento ideológico e histórico. En las autobiografías de esta época se exponen relatos de vida como un acto intimista y de confesión que enfatiza la presencia del yo. Cabe recordar que en los siglos XIX y XX incrementó el número de este tipo de narraciones.

La autobiografía es una forma de contar la vida, de recuperar el pasado, a manera de una enseñanza o apología; da respuesta a la necesidad de trascender para no olvidar o no ser olvidado. Relata algún suceso de la vida y el proceso durante el cual un autobiógrafo debe reconocerse como escritor o pensador para así legitimar su relato. A lo largo de la historia del género se han formulado ideas distintas, por ello no se presenta una definición única, pues depende de los siguientes factores: quién escribe, dónde, cuándo, y cuál es su motivación.[3]

Entre los numerosos análisis críticos del género, el de Philippe Lejeune señala, en El pacto autobiográfico,[4] que lo escrito corresponde a la vida real del escritor, por lo que se establece un acuerdo de verosimilitud entre lector y escritor. Según este crítico, el lector no tiene certezas sobre lo narrado pero se acredita en ello, pues no puede transformarse en una especie de detective de la vida narrada. Aunque Lejuene plantea un pacto y una definición tradicional de la autobiografía, ésta ha sido concebida y leída como si los eventos que narra el sujeto correspondieran a su vida real.
No sólo este aspecto legitimado y reconocido se ha desdibujado y replanteado en sus formas sino también la concepción de género literario, incluso estudios recientes han reformulado el concepto tradicional de texto autobiográfico. Leigh Gilmore afirma que a fines de 1960 surgió una discusión teórica en torno al género autobiográfico,[5] debate que fue enriquecido por la teoría feminista y los grupos multiculturales que buscaban incorporarse a la producción cultural y literaria desde sus propuestas estéticas.

Gilmore se basa en una lectura que mantiene una actitud escéptica hacia las tipologías ya establecidas, lo que no significa que exista una autobiografía posmoderna perse, por el contrario, esta discusión ofrece herramientas que amplían las posibilidades experimentales de las obras. Alude a un escepticismo de las tipologías, proponiendo la representación del individuo y la relación entre la autobiografía y su tradición de acuerdo con su estatus de género determinado:

Currently, the study of autobiography flourishes and is concerned with texts that would previously have been barred from consideration as «autobiography». The Augustinian lineage drawn by traditional studies of autobiography has naturalized the self–representation of (mainly) white, presumably heterosexual, elite men. Efforts to establish a genre of autobiography based on the works of Augustine, Rousseau, Henry Adams, and so on, must be seen as participating in the cultural production of a politics of identity, a politics that maintains identity hierarchies through its reproduction of class, sexuality, race, and gender as terms of «difference» in a social field of power.[6]

La cita muestra una lectura eurocentrista y masculina del género autobiográfico que privilegia unas perspectivas y excluye otras, es el caso de la femenina y la de grupos minoritarios. Esta nueva mirada no propone pautas específicas pero sí cuestiona las orientaciones jerárquicas de la producción cultural. Las propuestas contemporáneas para escribir un relato autobiográfico presentan implicaciones intratextuales y extratextuales, es decir, al interior de él y en el contexto en que se produce, como las formas de narrar y el vínculo del yo con su grupo cultural. Las prácticas de las escritoras pretenden incluirse y participar en un discurso complejo, por eso ellas exigen una lectura que atienda textos que «piensan» y «viven».


NOTAS

* Texto tomado del apartado «Reflexiones en torno al género autobiográfico» en: Mujeres que Cruzan fronteras. Un estudio sobre literatura chicana, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2010, pp. 45-47.
[1] MAY, George, La autobiografía, México, Fondo de Cultura Económica, 1982.
[2] Ibid, p. 22
[3] Ibid, p. 12. George May señala que a pesar del reconocimiento de este género literario, siempre ha sido cuestionado a lo largo de la historia por su forma y concepto, ya que éste sólo se establece a posteriori, por ello es necesario evitar hablar de un estilo o forma de la autobiografía; por lo tanto, no hay una definición precisa, completa o universalmente aceptada.
[4]
LEJEUNE, Philippe, Le pacte autobiografique, París, Seuil, 1975.
[5] Es el caso de los textos de Olney (1980), Jelinek (1980), Jay (1994). No pretendo agotar el desarrollo histórico del género de la autobiografía, sino mostrar el enfoque que recibe en estas nuevas discusiones y el modo en que se relaciona con la producción de las escritoras chicanas contemporáneas.
[6] GILMORE, Leigh, «The mark of autobiography: postmodernism, autobiography, and genre», en Ashley Kathleen et. al., Autobiography and postmodernism, Amherst, University of Massachusetts Press, 1994, p. 5.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

El concepto de ciencia ficción en Darko Suvin II


Rolando Alvarado Flores




II.1. Introducción

En una entrega previa se expusieron las críticas de Spiegel y Freedman a la poética de la ciencia ficción de Darko Suvin, críticas que sostenían y argumentaban que los conceptos básicos de esa poética —extrañamiento, novum, cognición— son ambiguos o mal definidos o requieren elementos externos a la narración para permitir la determinación de pertenencia a un género. En ésta parte del ensayo se expone la poética de Suvin antes de exponer, en la parte III, su respuesta ante estas críticas. La intención no consiste en defender una propuesta de análisis, sino en aprovechar la luz que esa propuesta y sus críticas arrojan sobre las relaciones entre la ciencia y la literatura: a fin de cuentas, a la comprensión, como a la formación de valores, solo se llega por la dialéctica.

En la sección siguiente se parte de la premisa de que el concepto fundamental de la poética de Suvin es el de novum, término que Suvin toma de Ernst Bloch. Este concepto aparece en el volumen 1 de El principio esperanza, obra publicada en alemán por Ernst Bloch entre 1938 y 1947. [1] En el volumen 2 de esa obra se hace un largo recuento de las utopías, cosa que Suvin realiza en la segunda parte de su libro Metamorfosis de la ciencia Ficción [2] de 1979 con fines diferentes. Para Suvin la utopía es el subgénero político de la ciencia ficción [3] y la Utopía de Thomas More uno de los modelos básicos de toda la ciencia ficción posterior. El otro modelo es The Time Machine de H. G. Wells.

En estas novelas se define el núcleo básico del extrañamiento: en el caso de More, se postula un extrañamiento geográfico, espacial, fundado en la isla maravillosa o sus analogías: el país perdido, la ciudad en las montañas etc, en tanto que con Wells el extrañamiento es llevado al tiempo, poniendo como ejemplo paradigmático la máquina del tiempo y sus múltiples analogías. De esta manera en la narración de ciencia ficción se propone, desde estos modelos, un extrañamiento espacio-temporal, permitiendo una reestructuración del cronotopo de la narración.

II.2. El novum como eje

Tal vez la afirmación más interesante de Suvin respecto al novum sea:

la tensión esencial de la ciencia ficción se da entre los lectores, que representan un cierto número de tipos de hombre de nuestro tiempo, y lo Desconocido u Otro totalizador y por lo menos equivalente introducido por el novum. Esta tensión, a su vez, hace ajena la norma empírica del lector implícito. [4]

El «novum» es lo que posibilita el extrañamiento. Sin el novum no hay relato de ciencia ficción, por lo que es alrededor de éste concepto que gira la comprensión que tiene Suvin tanto del extrañamiento como de la cognición. Asimismo, la cita previa evidencia que los aspectos receptivos de la ciencia ficción encuentran su lugar en la tensión que Suvin menciona y que clarifica mediante el concepto de «lector implícito»; concepto que aparece en la estética de la recepción de Wolfgang Isse formado alrededor de la noción de «punto de indeterminación» de Roman Ingarden. [5]

Introducido el novum, la condición suficiente del género de la ciencia ficción es su validación cognoscitiva de manera metódica tomando como base el desarrollo de las premisas de partida que permitieron su introducción.

Con esto indica Suvin la presencia de desarrollos dentro del mundo ficticio obtenidos a partir de las premisas mismas de las que parten los autores, sin la intrusión arbitraria o inmotivada de elementos nuevos. Si se llegan a introducir nuevos elementos, no directamente relacionados a las premisas de partida, ello se hace por las «presiones» a que conduce el desarrollo de la lógica interna de la narración, y no por una decisión aleatoria. Éste tipo de intromisiones no es ajena al desarrollo de la ciencia como construcción histórica del hombre. Ejemplo inmediato es The drowned world de J. G. Ballard, donde mediante el evento «fluctuaciones solares», se desarrolla la desestructuración de las relaciones sociales en la totalidad del mundo humano como resultado de postular una relación unilateral entre lo no-humano (la naturaleza) y lo humano (la sociedad).

Esto permite, a su vez, introducir «posibilidades», «idealidades», no inmediatamente verificables en la realidad empírica del lector, como partes clave del mundo ficticio, y contenidas en las premisas que introdujeron el novum. Tales premisas se encuentran y se fundan en la particular situación histórico-social en la que se encuentra la sociedad del autor en el momento en que escribe el texto de ciencia ficción. Esa situación histórica configura un «horizonte», [6] que, en el caso de la sociedad del siglo XX vuelve ineludibles la tecnología y la cosmovisión científica:

Si bien la credibilidad de la ciencia ficción no depende de la explicación razonada dada a un relato en particular, el significado de toda la situación ideada en él depende, en última instancia, de que “la realidad a la cual desplaza y por lo tanto interpreta”, sólo sea interpretable con base en el horizonte científico y cognoscitivo. [7]

Por tanto, el novum implica una «lógica narrativa», un procedimiento razonado para la construcción del mundo ficticio y que, en gran medida, puede ser independiente de los recursos formales que utilicen los autores para presentarlo, pero que ineludiblemente se manifiesta a nivel ontológico en el mundo ficticio —tal como creemos, o sabemos, que las leyes de Newton para la fuerza (o de Schrodinger-Heisenberg-Born-Jordan-Pauli para la amplitud de probabilidad) y las gélidas mareas de la economía-mundo capitalista para las relaciones humanas, se encuentran presentes en nuestro mundo empírico.

Para Suvin, el extrañamiento es una oscilación entre el mundo ficticio y el mundo empírico del autor y del lector implícito, y aquí es necesaria una prolija explicación.

Dado el novum, [8] sus reglas básicas determinan un patrón que, de una u otra forma, seguirá el autor y quedara codificado en el esquematismo del lector implícito [9] que permitirá a los lectores, a toda una variedad de ellos, decodificar ese patrón gracias al formalismo del autor —o a pesar de él—, permitiéndoles a su vez reflexionar sobre la situación en la que se encuentran y modificar la percepción de su horizonte al liberarse de las cotidianas ilusiones. [10]

El lector implícito es el conjunto [11] de posibilidades de interpretación que ofrece un texto ficticio, y por tanto está fundado en el texto mismo, no en algo ajeno. Entonces, la posibilidad de interpretar un texto como texto de ciencia ficción, se ubica en el texto mismo, si es que el autor se sometió —y somete a sus lectores— a un desarrollo riguroso, de horizonte científico, en su relato. Por tanto, la cuestión elemental se ubica en el horizonte que el autor logra establecer en el texto, y el desarrollo de las implicaciones de tal horizonte realizadas al nivel del mundo ficticio, y no decisivamente en los artilugios formales que utilice para presentar ese mundo ficticio. Esta es la razón por la que la generalidad de los autores de ciencia ficción no innovan desde el punto de vista formal. [12] La forma del texto es ancilar de la lógica del mundo ficticio, puede retardar la aparición del extrañamiento, o puede adelantarla, [13] pero no puede hacer desaparecer o aparecer la lógica narrativa del mundo ficticio si no ha sido colocada ahí por el autor.

El novum, entonces, se introduce mediante una serie de premisas de base, que determinan la lógica del mundo ficticio que se podrá manifestar formalmente de una u otra manera.

Al ser seguidas de manera rigurosa las premisas de base, al ser desplegada la lógica de las premisas introducidas, nos adentramos en el mundo ficticio, en su ontología; de la misma manera que al desarrollar con lógica rigurosa las leyes de Newton (o de Schrodinger-Heisenberg-Born-Jordan-Pauli) o las leyes de la economía-mundo capitalista, comprendemos sucesivamente —no por inesperada iluminación— la estructura del mundo empírico (físico y social) en que vivimos.

Ese desarrollo es el que permite la cognición dentro del horizonte científico establecido por el autor, al quedar impuesto sobre el lector implicito. [14] Por eso es una insistencia fundamental de Suvin el que las premisas de partida del novum no sean ni internamente contradictorias, ni gratuitamente contradictorias con el conocimiento científico establecido:

[…] posibilidad “ideal”, queriéndose decir con esto cualquier posibilidad conceptual o concebible cuyas premisas y consecuencias no sean internamente contradictorias.

Cualquier relato basado en el deseo metafísico...es «idealmente imposible» como narración coherente… de acuerdo a la lógica cognoscitiva que los seres humanos han adquirido en su cultura desde el principio hasta el presente. [15]

La replica elemental es que eso deja fuera muchos textos usualmente catalogados como «ciencia ficción». La replica de Suvin, nada elemental, es que: «90 o 95 por ciento de la producción de ciencia ficción es material decididamente perecedero, producido con la vista puesta en una caducidad instantánea, para ganancia del editor, y para que el autor adquiera otros artículos igualmente perecederos.» [16]

Para precisar el concepto de novum, Suvin combate la idea de que el modelo heurístico fundamental de la ciencia ficción es el modelo extrapolativo, resaltando que éste es solo un caso límite del auténtico modelo de la ciencia ficción: el modelo analógico.

El fundamento de tal modelo no deja de ser interesante: el abandono por parte de la alta burguesía de su fe en la democracia volvió el tiempo lineal de la fabrica —y de las operaciones repetitivas de la línea de montaje fordista— en símbolo e imagen de la eficacia de la economía-mundo capitalista, en específico, de la opresión del capital sobre el trabajo, de la infinita corrupción que circula en la gestión sindical del trabajo ante el capital y de las devaluaciones cíclicas del trabajo en la economía-mundo capitalista.

Tal abandono permite al trabajo la exigencia de otra ruptura: es necesario reinventar los espacios y el uso del tiempo en ellos. La línea definida del progreso y la idea del tiempo lineal, deben ser desafiadas. Ese desafío, esa convergencia de energías dentro del contexto histórico de la lucha de clases a nivel mundial es lo que lleva a la reestructuración del cronotopo [17] de la ciencia ficción, volviéndolo espacio temporalmente covariante. [18] Por tanto, la analogía entre el mundo empírico del autor y el mundo ficticio que postula en el texto es explicada mediante el recurso a la idea de «covarianza». Si la entendemos directamente, no como mera metáfora o metonimia, lo que ésta idea implica es lo siguiente: el mundo ficticio construido por el autor es exactamente el mismo que su mundo empírico, porque valen las mismas leyes, solo es diferente la perspectiva, el sistema de coordenadas desde el que se le contempla. [19] Por tanto, las relaciones desprendidas del novum no solo no rompen el marco legaliforme del mundo empírico del autor, sino que lo enriquecen con nuevas intuiciones respecto a la forma de las relaciones sociales: otro uso del tiempo y otro uso del espacio alternos al de la economía mundo capitalista son pensables; el tiempo lineal de la fabrica se revela como una construcción histórico-socialmente localizada, y por tanto, con fecha de caducidad.


NOTAS:

[1] La versión española es: BLOCH, Ernst, El principio esperanza I, Aguilar, Madrid 1977. Se introduce el concepto de novum en el capítulo 17.
[2] SUVIN, Darko, Metamorfosis de la ciencia ficción, FCE, México 1984.
[3] Ibid, cap. III.
[4] Ibid, p. 95.
[5] Cf. RALL, Dietrich, En busca del texto, UNAM, México 1993.
[6] Cf. texto de Gadamer en la antología de Rall citada en la nota anterior. Suvin introduce el concepto de «horizonte» de conformidad al uso que Gadamer hace de el.
[7] SUVIN, Darko, op. cit., p. 99.
[8] Por ejemplo, las premisas que permiten la introducción de una sociedad como la que delinea George Orwell en 1984.
[9] En el caso de 1984, las reglas fijadas por Orwell en base a la situación que encontraba como una posibilidad de su mundo empírico, definen un Estado totalitario, monolítico, ante el que no hay salida.
[10] Y de pasada angustiarse, o enojarse, ante el inexorable destino de Winston Smith, a quien no le sirve ni siquiera la solución preferida de Hollywood: el amor.
[11] Conjunto de cardinalidad insospechada porque no se pueden contar el número preciso de interpretaciones posibles de un texto de manera sencilla y expedita.
[12] Sin embargo, a mi me gusta creer que Alfred Bester en Tyger,Tyger (1955) logra, en el capitulo 15, una excelente introducción de innovaciones formales para presentar la sinestesia de Gulliver Foyle, asimismo, en el capitulo 16 introduce los robots «irreverentes», que encontraran su desarrollo en Philip K. Dick.
[13] En Do androids dream of electric sheep? de Philip K. Dick, la irrupción de lo extraño es inmediata: en el primer capitulo encontramos a Rick Deckard docimando sus emociones mediante un aparato Penfield “modulador” de las mismas.
[14] Suvin no es muy directo sobre éste punto de la cognición, pero quizá al estar pensando en lectores americanos acostumbrados a los pulps, a la literatura de la Astounding Science Fiction de John W. Campbell, a la crítica de William Atheling (pseudónimo de James Blish ) y de Damon Knight, creyó que sus apretados comentarios encontrarían fácil decodificación por los lectores mediante una adecuada cita a William Atheling, More issues at hand (1970) en la nota 8 del capitulo IV de la ya citada obra de Suvin. Esta obra de Atheling-Blish debería no solo ser citada, sino adecuadamente leída. Un ejemplo por oposición nos resultará ilustrativo (y son a los que recurren Suvin y Blish): la física simul-secuencialista desarrollada por Shevek en Ursula K. Leguin (The dispossessed) es tan imposible como lo era la física anti-simultaneista de Einstein en tiempos de la mecánica de Hertz (circa 1890); es decir: resulta ser una posibilidad ínsita al horizonte científico, pero la mecánica celeste que presenta Brian W. Aldiss en su serie Hothouse no cabe dentro del horizonte científico de nuestra época histórica porque es imposible de acuerdo a las leyes de la mecánica celeste.
[15] Cf. SUVIN, op. cit., p. 98.
[16]
Cf. SUVIN, op. cit., p. 9.
[17] Cf.- BACKHTIN, M. M., The Dialogic Imagination, University of Texas Press (USA) 2006, especialmente el ensayo tercero: «Forms of time and of the Chronotope in the novel», p.86 passim.
[18]
Cf. SUVIN, op. cit., p. 109.
[19] Al menos, así es entendida la covarianza en el contexto de la teoría de la gravitación de Einstein y sus multiples refutadores: las leyes de la naturaleza son las mismas en cualquier sistema de coordenadas, lo único que cambia es el punto de vista del observador.