Maritza M. Buendía
Según algunas versiones, las Sirenas son divinidades del Hades (por eso su canto aniquila), monstruos marinos con cabeza y pecho de mujer y el resto del cuerpo de pájaro. “Por influencia de Egipto, que representaba el alma de los difuntos en forma de pájaro con cabeza humana, la Sirena se ha considerado como el alma del muerto, que ha errado su destino y se transforma en vampiro devorador”.[1] Es por la rama de los mitos nórdicos que nos llega la imagen de la Sirena mitad mujer y mitad pez. Conocedoras “de todos los secretos (…) podían aplacar o levantar los vientos”.[2]
Las Sirenas se relacionan con las Ninfas (Nereidas, Náyades, Orestíadas, etcétera), divinidades del agua cuyos atributos son la juventud, el misterio y la belleza, cualidades que trastornan la mente de los hombres, como en el caso de la famosa Lolita de Vladimir Nabokov, inspiración para las Nínfulas de Juan García Ponce:
Hay muchachas, entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana, sino la de las ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales, muy a menudo, son mucho mayores que ellas (…) Propongo designar a esas criaturas escogidas con el nombre de nínfulas.[3]
Las Ninfas son divinidades de las aguas, “representan una expresión de los aspectos femeninos de lo inconsciente, (…) suscitan necesariamente veneración mezclada con miedo”.[4] Con el despliegue de sus rasgos físicos como si de un exceso se tratara, las Ninfas devastan a los hombres, quienes son capaces de cometer asesinatos o de volverse locos. Estos hombres son diestros en per-vertir la “normalidad” y las “buenas costumbres”, diestros en concretar las historias que imaginan tatuadas en el cuerpo de las Nínfulas.
Complementariamente, “las cincuenta Nereidas, amables y benefactoras ayudantes de la diosa marina Tetis, son Sirenas”,[5] y tanto las Sirenas como las Ninfas son figuras que se desdoblan en otras figuras: en Hadas y/o en Brujas.
Las Hadas son mensajeras de otro mundo y suelen viajar en forma de pájaro o de cisne, seres mágicos que encarnan “los poderes paranormales de la mente o las capacidades prodigiosas de la imaginación”.[6] Con frecuencia, vagan por el mundo buscando su enamorado. El Hada, como imagen idealizada de la mujer, ubica su antítesis en la Bruja: fuerza oscura del inconsciente que, en un inicio, enlazaba lo visible con lo invisible, lo profano con lo sagrado, y que luego se determinó por su carnalidad y su aspecto demasiado humano, lo que la volvió servidora del diablo.
El origen de las Hadas se localiza en las Parcas romanas y éstas en las Moiras griegas. Hadas, Parcas o Moiras por lo general son tres: Cloto (presente), Láquesis (futuro) y Átropos (pasado). “Se dice que Zeus (…) interviene para salvar a quien le place cuando el hilo de la vida, hilado en el huso de Cloto y medido con la vara de Láquesis, está a punto de ser cortado por las tijeras de Átropos”.[7] Otras versiones sostienen que el mismo Zeus está sujeto a las Parcas porque ellas no han nacido de él, sino de la Gran Diosa Necesidad o del Implacable Destino.
Parcas y Moiras se remontan a las Keres, “espíritus malignos un tanto vagos [que] causan males a los hombres, como impureza ritual, ceguera, vejez, muerte”.[8] Se les personifica como aves de rapiña. Las Keres también se identifican con las Erinias griegas (Furias latinas), quienes (como las Hadas, las Parcas o las Moiras) son tres: Tisifone, Alecto y Megera, viejas horribles con cara de perro y víboras en lugar de cabello, cuerpo negro y alas de vampiro. Si el hombre comete una falta, las Erinias son el instrumento de la venganza divina, “la autodestrucción del que se abandona al sentimiento de una falta considerada como inexpiable”.[9]
Las servidoras de las Erinias (imagen del castigo para el que comete una falta) son las Harpías (disposición a los vicios y a la maldad), seres igualmente funestos e igualmente tres: Aello, Ocipete, Celeno (hijas de una Ninfa). Las Harpías se relacionan con las águilas marinas y con las aves de garras. Son genios malignos, monstruos con cuerpo de pájaro y cabeza de mujer. Y –para cerrar un círculo que se antoja cada vez más ambicioso o infinito- estas cualidades nos conducen nuevamente a las Sirenas, quienes son tan dañinas como las Erinias y las Harpías.
Pero, ¿a qué responde esta necesidad de crear figuras en torno a la mujer?
Para Mircea Eliade, el mito nace cuando un fenómeno escapa del entendimiento humano y es claro que, vista así, la mujer es una incógnita a aclarar. De ahí la emergencia de la figura, de ahí que la figura se traduzca en mito: dominio del universo simbólico. Bruja, Hada, Ninfa, Sirena, todas son criaturas del inconsciente, todas responden a la vocación del hombre por crear mitos.
Las Hadas son mensajeras de otro mundo y suelen viajar en forma de pájaro o de cisne, seres mágicos que encarnan “los poderes paranormales de la mente o las capacidades prodigiosas de la imaginación”.[6] Con frecuencia, vagan por el mundo buscando su enamorado. El Hada, como imagen idealizada de la mujer, ubica su antítesis en la Bruja: fuerza oscura del inconsciente que, en un inicio, enlazaba lo visible con lo invisible, lo profano con lo sagrado, y que luego se determinó por su carnalidad y su aspecto demasiado humano, lo que la volvió servidora del diablo.
El origen de las Hadas se localiza en las Parcas romanas y éstas en las Moiras griegas. Hadas, Parcas o Moiras por lo general son tres: Cloto (presente), Láquesis (futuro) y Átropos (pasado). “Se dice que Zeus (…) interviene para salvar a quien le place cuando el hilo de la vida, hilado en el huso de Cloto y medido con la vara de Láquesis, está a punto de ser cortado por las tijeras de Átropos”.[7] Otras versiones sostienen que el mismo Zeus está sujeto a las Parcas porque ellas no han nacido de él, sino de la Gran Diosa Necesidad o del Implacable Destino.
Parcas y Moiras se remontan a las Keres, “espíritus malignos un tanto vagos [que] causan males a los hombres, como impureza ritual, ceguera, vejez, muerte”.[8] Se les personifica como aves de rapiña. Las Keres también se identifican con las Erinias griegas (Furias latinas), quienes (como las Hadas, las Parcas o las Moiras) son tres: Tisifone, Alecto y Megera, viejas horribles con cara de perro y víboras en lugar de cabello, cuerpo negro y alas de vampiro. Si el hombre comete una falta, las Erinias son el instrumento de la venganza divina, “la autodestrucción del que se abandona al sentimiento de una falta considerada como inexpiable”.[9]
Las servidoras de las Erinias (imagen del castigo para el que comete una falta) son las Harpías (disposición a los vicios y a la maldad), seres igualmente funestos e igualmente tres: Aello, Ocipete, Celeno (hijas de una Ninfa). Las Harpías se relacionan con las águilas marinas y con las aves de garras. Son genios malignos, monstruos con cuerpo de pájaro y cabeza de mujer. Y –para cerrar un círculo que se antoja cada vez más ambicioso o infinito- estas cualidades nos conducen nuevamente a las Sirenas, quienes son tan dañinas como las Erinias y las Harpías.
Pero, ¿a qué responde esta necesidad de crear figuras en torno a la mujer?
Para Mircea Eliade, el mito nace cuando un fenómeno escapa del entendimiento humano y es claro que, vista así, la mujer es una incógnita a aclarar. De ahí la emergencia de la figura, de ahí que la figura se traduzca en mito: dominio del universo simbólico. Bruja, Hada, Ninfa, Sirena, todas son criaturas del inconsciente, todas responden a la vocación del hombre por crear mitos.
[1] CHEVALIER, Jean y GHEERBRANT, Alain, Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 1993, p. 550.
[2] GARIBAY, Ángel Ma., Mitología griega. Dioses y héroes, Porrúa, México, 2004, p. 326.
[3] NABOKOV, Vladimir, Lolita, Anagrama, Barcelona, 2006, p. 24.
[4] CHEVALIER, Jean, op. cit., p. 752.
[5] GRAVES, Robert, Los mitos griegos, Alianza, Madrid, 2006, p. 166.
[6] CHEVALIER Jean, op. cit., p. 550.
[7] GRAVES, Robert, op. cit., pp. 59-60.
[8] GARIBAY, Ángel Ma., op. cit., p. 220.
[9] CHEVALIER, Jean, op. cit., p. 452.
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