domingo, 15 de enero de 2012

La perversión del héroe en dos novelas mexicanas: una aproximación mitocrítica


Ana Corvera




Pervertir es alterar o cambiar el estado normal de una cosa para otorgarle, por lo general, un carácter negativo. Kristeva señala que este proceso de envilecimiento o abyección no es atributo ni del sujeto ni del objeto del relato, sino que se trata de un «algo» inasimilable pero lleno de sentido, que funge como una motivación. Similar al deseo, lo abyecto seduce, pero al mismo tiempo repele porque transgrede los límites morales [1]. Perversas son la maldad frente a la virtud y la putrefacción ante lo sagrado. Desde una perspectiva mítica, la búsqueda del héroe puede ser abyecta o no desde el inicio, es decir, se puede perseguir un bien moral o este sobreviene después de que el protagonista asumió sus errores o se sometió al sacrificio. No obstante, para que el héroe se consagre como tal, debe sufrir cambios.

Como arquetipo, el héroe debe pasar de instintivo o infantil a maduro. De acuerdo con Carl Jung, existen cuatro series de figuras heroicas que van de menor a mayor evolución psíquica y que pueden agruparse por pares: Trickster (o Granuja) y Hare (o Liebre) se caracterizan por sus apetitos y por su comportamiento impulsivo, se enfrentan a la necesidad de transformarse en “adultos”; el Red Horn (o Cuerno Rojo) y Twin (o Gemelo), son personajes duales, capaces de mostrar dos caras o personalidades para lograr sus objetivos. Al evolucionar comprenden que están solos en el mundo y que de ellos depende su felicidad o desdicha [2]. El héroe opone individualidad a la pertenencia de un grupo social para transgredir sus reglas y mostrar más que un mero sentido de supervivencia: su búsqueda personal [3].

En un relato literario «cada agente es su propio héroe. Sus compañeros se califican desde sus perspectiva como aliados, adversarios, etc.» [4], de modo que no hay duda de que tanto Demetrio Macías en Los de abajo e Ignacio Aguirre en La sombra de caudillo son figuras heroicas, pero ¿hasta qué grado responden al arquetipo? ¿hasta qué punto sus acciones los consagran o no como héroes comunitarios? Según Jung, el héroe mítico atraviesa, a grandes rasgos, seis etapas básicas: a) nacimiento milagroso pero humilde; b) primeras muestras de fuerza sobrehumana; c) rápido encumbramiento a la prominencia o al poder; d) luchas triunfales contra las fuerzas del mal que podrían hacerlo retroceder; e) debilidad ante el pecado de orgullo (hybris); f) caída a traición o el sacrificio que desemboca en su muerte.

Con base en lo anterior ¿cómo es la evolución narrativa de los dos héroes, inmersos en el contexto de la Revolución Mexicana? O, más aún, ¿qué nos dice su evolución narrativa sobre la naturaleza de nuestros héroes, de nuestra historia, de nuestra literatura?

Del nacimiento a la cumbre

Demetrio Macías proviene del campo, pero no está en condiciones de pobreza. Sin hambre ni carencias, entra al movimiento armado en busca de venganza, pues luego de tener un altercado con Don Mónico, un cacique, se vuelve prófugo de la autoridad. En vez de negociar el conflicto, deja crecer su ira, la cual se vuelve extensiva yendo de una sola persona a un séquito representante del poder, los federales:

que al comisario o a los auxiliares se les ocurre quitarle a usté un gusto... ¡Claro, hombre, usté no tiene la sangre de horchata, usté lleva el alma en el cuerpo, a usté le da coraje, y se levanta y les dice su justo precio! […] y uno es lebroncito de por sí... y no le cuadra que nadie le pele los ojos [5].

Esta actitud primitiva y visceral corresponde al par de arquetipos Trickster-Hare o Granuja-Liebre, infantiles y hasta cierto punto ingenuos, pues desconocen un sistema cultural de creencias. Demetrio y los suyos no saben leer ni escribir, y apenas de oídas saben por qué hay un movimiento armado.

Usté ha de saber del chisme ése de México, donde mataron al señor Madero y a otro, a un tal Félix o Felipe Díaz, ¡qué sé yo! (…) Que diz que yo era maderista y que me iba a levantar. Pero como no faltan amigos, hubo quien me lo avisara a tiempo, y cuando los federales vinieron a Limón, yo ya me había pelado [6].

Ignacio Aguirre, por su parte, aparece como un ministro de Guerra que debe su posición al Caudillo, presidente de México. Su intención es mantener el favor de la autoridad, pues bajo ese amparo concreta negocios turbios y lleva una vida de excesos. Aquí aparece su relación con el par arquetípico Red Horn-Twin o Cuerno Rojo-Gemelo, un personaje con la suficiente astucia para mantener una actitud superficial y un comportamiento de fondo, con la capacidad de duplicarse. Una vez terminada la Revolución Mexicana, considera la existencia de «nuevas leyes, nuevas costumbres» [7], que le permiten pensar en una primera ruptura oficial, la que tiene con su esposa en Durango, para gozar de sus amantes, especialmente de Rosario, quien representa aceptación ante las abyecciones del protagonista, similar a lo que representa Camila para Demetrio, una vez que él dejó a su mujer. Pese a tratarse de un funcionario público, Aguirre no se preocupa por el pueblo. Si acaso se detenía a pensar en los otros, se trababa más bien de «una piedad análoga a la que en él despertaban las proles huérfanas» [8]. Como sucede en Macías, el nacimiento heroico o narrativo de Aguirre no es milagroso, pero tampoco ordinario. Dentro de los límites que les imponen sus circunstancias humanas, nacieron con una furia y una astucia que los vuelve extraordinarios.

Cuando llega el momento de mostrar su fuerza heroica, Demetrio e Ignacio también tienen coincidencias. Ambos son temidos y respetados, en el primer caso por sus coterráneos y por los federales: todos saben de su brutalidad y buscan mantenerse cerca o muy alejados para no ser victimados por sus impulsos, «— ¡Demetrio Macías!— exclamó un sargento despavorido, dando unos pasos atrás. El teniente se puso de pie y enmudeció, quédose frío e inmóvil, como una estatua» [9]. El grupo de personas movidas por las órdenes de Demetrio está conformado por prófugos de asesinatos o robos que no niegan ni pregonan sus delitos, y ven en su líder a un protector frente al posible alcance de la justicia:

—Yo, la verdad les digo, no creo que sea malo matar, porque cuando uno mata lo hace siempre con coraje; ¿pero robar?... — clama el güero Margarito […] un coronel aventura su parecer:
—La verdá es que todo tiene sus 'asigunes'. ¿Para qué es más que la verdá? La purita verdá es que yo he robao... y si digo que todos los que venemos aquí hemos hecho lo mesmo, se me afigura que no echo mentiras...
[10]

Por su parte, Ignacio Aguirre es un hombre de poder que otorga beneficios a quienes lo apoyan. A sabiendas de que el ámbito político está corrompido, aprovecha su posición para enriquecerse, sin que su comportamiento sea secreto para nadie:

Muy grande imbécil sería (Aguirre) si, desperdiciando sus oportunidades, se expusiera a quedarse en mitad de la calle el día que haya otra trifulca o que el Caudillo se deshaga de él por angas o por mangas […] ¿de dónde crees que sale todo lo que Ignacio despilfarra con sus amigos, incluyéndonos a ti y a mí? ¿Supones que se lo regalan? [11].

Conforme avanza la novela, ambos héroes se encumbran. Demetrio Macías, como buen Trickster-Hare, deja de ser un campesino para volverse líder revolucionario, mientras que Ignacio Aguirre, como buen Red Horn-Twin, pasa de ser ministro de Guerra a candidato presidencial. Su encumbramiento se da de manera sostenida, como un proceso de mejoramiento cuyo obstáculo o freno es la figura de poder. Para Demetrio los refuerzos humanos son signos de fuerza, pero gracias a Luis Cervantes —quien sirve como ayudante en tanto aporta sus conocimientos-raciocinio para justificar los movimientos impulsivos de Macías—, se da cuenta de que existe Francisco Villa, El Jefe, la figura suprema cuya voluntad hay que seguir para que triunfe el movimiento. Unirse a otros líderes como Natera posicionan a Demetrio, a su vez, como ayudante de un movimiento mayor, el Agrarismo, cuyos ideales desconocen «los de abajo». En situación similar está Aguirre, encumbrado por el Partido Radical Progresista, con apoyo de su ayudante Axkaná, quien lo asesora a fin de conservar su imagen pública. Sin embargo, el obstáculo para que Ignacio se convierta en posible sucesor presidencial es su lealtad a conveniencia con el Caudillo, El Jefe, pues Hilario Jiménez ya cuenta con el aval de la institución para ser candidato. Aguirre es también ayudante de una figura superior a la que no debe retar para evitar el ataque.

De la lucha a la perversión del sacrificio

Más allá de la furia de uno o de la astucia de otro, es la abyección lo que vuelve atractivos y repulsivos a los dos héroes. Movidos por sus intereses personales, Demetrio e Ignacio muestran una personalidad viciosa e indolente en relación a los grupos sociales que representan, pues Macías es capaz de burlarse de las humillaciones que cometen sus hombres en contra de los más necesitados, como las del güero Margarito al golpear a quien le pide misericordia [12], en tanto que la gente de Aguirre no recuerda «ni su miseria, ni su hambre, ni sus pies desnudos —negros como el lodo—, ni sus harapos hediondos» cuando marchaban en apoyo al candidato radical progresista [13], además de que se ensaña sin remordimientos contra un pueblo que no tiene ni qué comer. La verdadera lucha para ambos héroes está encaminada a satisfacer sus necesidades abyectas, las cuales pueden resultar seductoras en tanto desafían los valores morales encarnados en la ley institucional —justa o injusta— que se opone a la realización de sus deseos.

Conscientes de su fuerza luego del encumbramiento, los héroes se degradan en relación al arquetipo mítico, pues la hybris o pecado de orgullo es el estadio más penoso del protagonista. Desconociendo a las figuras tutelares, Demetrio y Aguirre sobreestiman su fuerza y se adueñan del poder absoluto. Uno va con don Mónico, su enemigo inicial, y aunque no lo mata, le hace sentir su poder amenazándolo y perdonándole luego la vida, en desafío a la ley que lo persigue: «— ¡Don Mónico!— exclaman sorprendidos. — ¡Hombre, Demetrio!... ¡No me haga nada!... ¡No me perjudique!... ¡Soy su amigo, don Demetrio! […] Demetrio, con mano trémula, vuelve el revólver a la cintura» [14]. Aguirre toma la decisión y desafía al Caudillo, sintiendo que el pueblo lo apoya y lo hará más fuerte incluso que la voluntad institucional: «La llamada opinión pública acentuó entonces su influencia en la obra. Era, secretamente, partidaria de Aguirre —en quien veía al valeroso adalid de la oposición al Caudillo—, y era, secretamente también, enemiga de Jiménez, en quien personificaba la imposición continuista» [15].

Sumergidos en su orgullo y comprobado su poderío, Demetrio e Ignacio ya no están dispuestos a detenerse y en esa nueva degradación consiste su sacrificio, pues renuncian a una posición heroica. Demetrio sigue la lucha después de la muerte de Camila y varios de sus hombres, guiado por las indicaciones de Cervantes, quien lo pone al tanto de los movimientos políticos de los que indirectamente son parte, como la elección de un «presidente provisional de la República» [16]. Macías no vuelve a su casa por abnegación, sino por nostalgia, sin embargo, cuando comprende que forma parte más de una lucha incomprensible que de una familia, abandona a su mujer y a su hijo. La caída de una piedra al fondo del cañón de Juchipila lo identifica como el Trickster-Hare inicial, indispuesto a renunciar a una necesidad personal. Demetrio no adquiere la madurez requerida por el arquetipo para ser un héroe auténtico, sino que se estanca volviendo al lugar de origen sin intenciones de cambiar sus actos. Demetrio llora de dolor al perder a Anastasio, pero su capacidad de matar lo mantiene indefinidamente «apuntando con el cañón de su fusil» [17].

En la novela de Martín Luis Guzmán, Ignacio Aguirre está resuelto a levantarse en armas [18] enfrentándose al Caudillo en un sacrificio personal, pero como en su arquetipo Red Horn-Twin, esta declaración tiene dobles intenciones. El discurso hacia sus seguidores es el de un valiente que asume el liderazgo frente al riesgo de ser enfrentado por el presidente, pero mantiene otro, muy distinto, frente a sus colegas de gabinete:

Ahora, que yo como te digo una cosa te digo otra: si tú (Elizondo), de propia voluntad, quieres unir tu suerte a la mía, y me aconsejas que nos levantemos en armas porque te parezca que eso es lo único que se puede hacer, entonces estoy dispuesto a entenderme contigo en otros términos, por más que yo, hablando sin la menor doblez, no busco el levantamiento [19].

El «pecado» de Aguirre consistió en haber creído que podía romper las barreras sociales por sí solo, con los favores legítimos e ilegítimos obtenidos a través de su discurso. Este héroe tampoco se recupera de su hybris, sino que muere presa de ella. A pesar de que desafió al Caudillo, se siente traicionado por él: considera que su aprehensión fue un atraco, peor que los cometidos durante la Revolución a una multitud de personas [20], aunque se siente culpable de arrastrar consigo a dos testigos de su insurrección: Axkaná y un joven periodista [21]. En su dualidad, acepta que se le fusile pero no en calidad de bandolero, sino con la dignidad ganada de ministro y candidato a la presidencia.

Demetrio Macías e Ignacio Aguirre son héroes tanto desde el punto de vista narrativo como del arquetipo mítico, pero ninguno vence a la hybris a partir de la cual sufrirían un verdadero cambio: pasarían del acto intempestivo al acto maduro que los reintegrarían al panorama comunitario del que salieron para romper la norma. La perversión o abyección conduce sus actos, su función no es aleccionadora ni ejemplar, porque se dejan seducir y repeler por sus propios logros y fracasos. No les preocupa a los protagonistas que se les identifique con lo «malo» o lo «sacrílego» ni al inicio ni al final de sus acciones. Macías y Aguirre son su propio centro, con fuerzas opuestas que son enemigas y que los convierten, por reducción, en el héroe novelístico. Demetrio, más primitivo e infantil, no lo verbaliza porque no es consciente de ello, sin embargo, no hay más dictado al que obedezca que su capricho. Aguirre, más avezado, se asume héroe pero no se levanta en armas para asumir el sacrificio o castigo de la muerte, sino para vencer al enemigo que es también su principal encumbrador. Aunque ambos creen obrar exclusivamente «por su libre voluntad», su pertenencia a los arquetipos nos demuestra que, en realidad, están sometidos al dictado del mito.

Los protagonistas de Los de abajo y La sombra del caudillo atraviesan etapas paralelas a las determinadas por Jung para la consolidación del héroe, pero no las consuman, pues a sus intenciones principales no contraponen un aprendizaje o victoria rotunda sobre sí, sino que conservan las características que les otorgó su nacimiento heroico: la furiosa impulsividad y la indolencia instintiva del Trickster y del Hare, las astutas maniobras y las dobles intenciones del Red Horn y del Twin. Tanto Demetrio como Ignacio sufren un mejoramiento avalado por sus seguidores, pero luego padecen una doble degradación en la hybris, al ser incapaces de superarse a sí mismos y al dejar inconcluso su ciclo heroico.

NOTAS

1. KRISTEVA, Julia, Los poderes de la perversión, Siglo XXI, México 1989, pp. 7-28.
2. JUNG, Carl Gustav, El hombre y sus símbolos, Paidós, Barcelona 1995, pp. 110-114.
3. CAILLOIS, Roger, El mito y el hombre, FCE, México 1998, pp. 24-28.
4. BARTHES, Roland, et al., Análisis estructural del relato, Ediciones Coyoacán, México 1998, p. 104.
5. AZUELA, Mariano, Los de abajo, FCE, México 2007, pp. 46-47.
6. Íbid, p. 47.
7. GUZMÁN, Martín Luis, La sombra del caudillo, SEP, México 1998, p. 17.
8. Íbid, p. 79.
9. AZUELA, Mariano, Op. Cit., p. 10.
10. Íbid, pp. 129-130).
11. GUZMÁN, Martín Luis, Op. Cit., p. 27.
12. AZUELA, Mariano, Op. Cit., p. 120.
13. GUZMÁN, Martín Luis, Op. Cit., p. 93.
14. AZUELA, Mariano, Op. Cit., p. 100.
15. GUZMÁN, Martín Luis, Op. Cit., p. 175.
16. AZUELA, Mariano, Op. Cit., p. 124.
17. Íbid, p. 151.
18. GUZMÁN, Martín Luis, Op. Cit., p. 179.
19. Íbid, p. 189.
20. Íbid, p. 198.
21. Íbid, p. 201.


2 comentarios:

Carmen Fernández Galán Montemayor dijo...

Muy buen texto, preguntas: ¿cómo se articula el concepto griego de hybris con los arquetipos de Jung? y ¿cómo la figura del héroe fracasa?, ¿no serán más bien antihéroes?

Ana Corvera dijo...

¡Doctora! (y mil años después la alumna responde), Henderson retoma el término "hybris" para referirse al pecado de orgullo en el actuar del héroe, lo cual podríamos relacionar directamente con la "desmesura" o "el pecado de soberbia" de los griegos respecto al porvenir trazado por los dioses. La pregunta sobre el héroe me parece muy interesante, aunque desde el punto de vista narratológico tenemos que el héroe lo es en función de su propia trama, desde su ineludible punto de vista, de manera que lo que logre o no logre no va en detrimento de su condición protagónica. Eso aunado a la variedad de arquetipos míticos, cuyas características no son siempre las de un héroe que triunfa, sino las de héroes pueriles, granujas o doble cara, susceptibles de ser destruidos por el celo de los dioses.